«Foto juego» David Viñuales.
Pensar en el arte hoy día puede ser complejo si no estamos muy metidos en algún recoveco de este mundo de conceptos, sensibilidades y mercados. Hay tantas etiquetas pegadas en la piel del arte, acumuladas durante siglos por culturas y sociedades, que pensar el arte resulta casi una tarea de desescombro. Parece que haya coger aire y dar un paso atrás para tener perspectiva suficiente, veamos. Vivimos en un mundo global, hipercambiante y muy, muy visual. ¿Qué papel debe jugar el arte en este contexto? En un primer acercamiento, veo tantas manifestaciones artísticas que no parece nada fácil orientarse, ¿cuales deben ser las buenas? ¿Las que me agradan estéticamente, las que los críticos de arte validan o las que mejor valora el mercado? Vaya lío. Si me inclino por el placer estético como fundamento para mi búsqueda parece que lo tengo fácil a priori, puede ser agradable. Pero si pienso un poco, en la sociedad en que vivimos este tipo de placeres no son valorados y esto lleva a que el mercado no les apoye y así la producción es escasa y finalmente la sociedad y la cultura no se ven influenciados por este tipo de arte. Por otro lado, si pienso en el valor conceptual del arte como promotor de nuevas ideas que inspiran a nuestra sociedad desde la crítica o la metáfora, sencillamente me entran ganas de hacer comparativas estadísticas entre la influencia de los tuiteros del momento y de las propuestas artísticas más virales.
El arte ha cumplido muchas funciones a lo largo de la historia y las culturas, y no podemos seguir mirándolo bajo perspectivas desfasadas. De hecho, nunca se ha podido afrontar al arte sin mirarlo desde un momento concreto y para ello, resulta vital proponer una situación en la que el arte pueda cumplir aquello que de otra forma no puede hacerse, que es impactar de forma positiva en una sociedad mediante manifestaciones culturales que revisen y propongan nuevas formas de simbolizar los temores y los anhelos de las personas. Con esta idea en mente, para mí, el reto del arte de este nuevo milenio, más allá de preocuparse por diferentes realidades y proponer reflexiones y debates, consiste en tender una mano entre las narrativas artísticas y las construcciones sociales, y de forma más concreta, de posibilitar un participación dinámica entre diferentes colectivos y/o formas de vivenciar el mundo. Esta integración simbólica se hace posible gracias a la articulación de un discurso coherente, pero no estático, y tiene el poder de crear eventos reales que pueden cambiar la experiencia de las propias personas de forma activa.
El arte te tiene que tocar, se suele escuchar. Pero yo creo que somos las personas las que tenemos que tocar al arte. Porque el arte es un juego que se inventa y se crea de nuevo en cada cultura. Sabemos que no hay cultura sin arte, pero tampoco hay cultura sin juego. Porque el arte es un juego que va en serio, muy en serio. Tanto que no hay puentes que no se puedan tender ni reglas que no se puedan romper.